He copiado textualmente del libro "La Mujer que prospera" de Andrés Panasiuk con Melvy de De León y Nilda Pérez. Cap. 4, pág. 74-75.
Deseo que sirva de estímulo para todas aquellas personas que se encuentran rodeadas de personas tóxicas y malintencionadas.
Había una vez un granjero que tenía muchos animales y un día un buen amigo lo fue a visitar. El granjero, queriendo enseñarle su finca, lo llevó a dar un paseo. Al llegar al gallinero, el amigo le dijo: "Mira, Carlos, eso que está ahí no es una gallina. ¡Mira! Come como gallina, camina como gallina y parece una gallina.
El amigo le contestó: "Yo te voy a probar que es un águila y no una gallina. Me voy a subir a este árbol y la voy a echar a revolotear, y cuando salga volando ya verás que es un águila." Entonces se subió al árbol, y cuando la echa al aire, el ave comienza a volar, pero de repente ve a todas las gallinas picoteando maíz en el piso, se identifica con ellas y termina aterrizando junto a esas gallinas.
¡Te lo dije! Nunca va a volar porque es una gallina", dijo el campesino. Pero el amigo le respondió: "lo que pasa es que la tiré de muy baja altura y estaba cerca del gallinero, al mirar a las gallinas se identificó con ellas. Pero ya verás ahora me iré al techo de la casa, y verás que saldrá volando". El amigo nuevamente agarró al ave y la echó al aire. En esta segunda ocasión el águila ganó un poco más de altura pero nuevamente aterrizó a picotear maíz con sus amigas gallinas.
"No lo sigas intentando", dijo el campesino a su amigo, "nunca va a salir volando porque es una gallina". Sin embargo, por tercera vez, el amigo decidió irse a una loma, lejos del gallinero, y echarla a volar. A estas alturas el sol estaba en lo más alto del cielo y las águilas tienen la costumbre de volar guiadas por el sol. Cuando el amigo de Carlos se puso en posición para echar a revolotear al ave, ésta reconoció la luz del sol y al soltarla levantó vuelo y ganó gran altura.
"Te dije que eso no era una gallina", le gritó a su buen amigo. "Cuando ya no vio el gallinero ni las gallinas, se enfocó en lo que realmente era: y salió volando ¡como una verdadera águila!
Cada una de nosotras somos águilas que Dios ha creado para volar alto en la vida, pero muchas veces, porque vivimos en un gallinero nos conformamos con picotear maíz entre las gallinas. Tenemos alas con la capacidad de volar alto, pero nos las usamos. Es hora de dejar el gallinero en el que vivimos y comenzar a comportarnos diferente.
Tomado del libro de Andrés Panasiuk con Melvy de De León y Nilda Pérez. La Mujer que prospera, cap. 4, pág. 74-75.